jueves, 26 de febrero de 2015

"POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS". ERNEST HEMINGWAY

     Por todos es conocido la figura controvertida del autor de Illinois. Su vida fue una novela en sí misma. Y, precisamente, esa circunstancia ha sido uno de los estigmas de su obra. La comparación constante entre su vida y sus escritos. Su efervescencia vital siempre fue un lastre para su obra, pues es su imagen aventurera y genuina la que queda, más que lo que escribió.

     "Por quién doblan las campanas" es una novela de acción, no exenta de momentos reflexivos, que está ambientada en la Guerra Civil española en un periodo de tres días en los que un dinamitero americano tiene por misión volar un puente. Para ello debe unirse a unos guerrilleros que se encuentran escondidos en las montañas. La visión que se da de la contienda, pese a ser parcial, no es nada militante.

     La guerra es el núcleo temático principal, vista desde la perspectiva individual del protagonista Robert Jordan, trasunto heroico del propio Hemingway. En alguna ocasión se asimila la guerra española con la propia guerra de Secesión americana en la que el abuelo del protagonista participó de forma principal. Ideológicamente, la novela no es simplista, el mejor capítulo de la novela, el X, nos pone delante la brutalidad y el primitivismo de los grupos humanos. En un progresivo envilecimiento de los que se supone que tienen razón, observamos atónitos un espectáculo de horror en el que las figuras humanas acaban cosificadas en un apoteósis de crueldad. El lector siente repugnancia pero a la vez no puede dejar de leer. La guerra se observa desde dentro. Los personajes pertenecen a la famosa guerra de guerrillas, vernácula propuesta en estas latitudes. En este sentido, se puede observar lo que de diferente tiene esta guerra cercana, frente a la más global y fría que puede suponer la de los batallones y los ejércitos en movimiento.

    Dentro de este grupo de partizanos destacan dos figuras, la pareja formada por Pablo y Pilar. Con el primero, cruel y arrepentido, borracho y ladino,  se consiguen algunos de los momentos de mayor tensión narrativa. Así, este se convierte, por momentos en el verdadero antagonista de Robert y parece que todo puede estallar cuando uno y otro se colocan frente a frente. Por otro lado está Pilar, mujer tozuda y con una fuerte personalidad es quien lleva el cotarro en el grupo. Transmite sinceridad y el dolor de la comprensión del propio paso del tiempo. Se manifiesta de lado de Robert y coadyuva e sus propuestas. Probablemente, lo menos logrado de estos personajes es su pintoresquismo. Cuando hablan son complejos, llenos de sentimientos contradictorios, pero a veces caen en la simpleza folclórica, en el tópico de los toros, los gitanos y el carácter español, en esa generalización vacua que siempre lleva aparejada la brutalidad y, al mismo tiempo, la entrega desinteresada que se supone que como pueblo tiene el español.

     La guerra siempre lleva aparejada, como fruto infecto, la muerte. Ello da lugar a sutiles implicaciones morales. Así, la vemos como deber militar frente a la conciencia individualizada. El hecho de matar está tratado desde la óptica fría del militar que cumple órdenes, pero como es lógico ello conlleva problemas de conciencia. En este sentido, el viejo Anselmo, compañero de fatigas de Robert, muestra a la perfección este problema. Aderezado con sutiles disquisiciones ideológicas, como es el pecado en unas personas que viven en un mundo de tradición judeocristiana, pero del que se quiere desembarazar con la ideología comunista que es la punta de lanza del lado republicano. Todo está construido de modo sutil y natural, sin aparecer forzado, simplemente puesto en la mente sencilla de un hombre de campo.

    Dentro de este contexto - definitivo, intenso, y lleno de tensión - surge el amor. Un amor que cambia los principios del protagonista, un romance que se condensa en tres días y que, gracias a ello, irradia momentos sublimes. María es delicada, inocente, angelical, sufridora y con un pasado cargado de vejaciones. Quizá su imagen idílica sea lo más flojo de la novela, pues es un personaje bastante plano. No obstante, su significación dentro de la novela es fundamental, puesto que cambia los cimientos ideológicos del personaje principal.

     Por otro lado, la prosa de Hemingway es fluida y con un marcado tono periodístico. Al fin y al cabo, el autor ejerció de corresponsal y en sus libros busca el efecto de una crónica periodística, en un discurso alejado de esnobismo, grácil y directo. Son conocidas las numerosas críticas que tuvo su estilo sencillo, algunas crueles como las de Nabokov o Borges. Como anécdota está bien recordar que siempre consideró a uno de sus maestros a Pío Baroja, con todo lo que ello conlleva en un sentido estético. Los diálogos abundan en el texto y, en ocasiones, no llevan a ningún sitio. En otras, por el contrario, están llenos de tensión o de elipsis significativas. Los monólogos interiores, abundantes también, son algo simples y el flujo de conciencia refleja una sencillez estructural que en 1940 ya estaba bastante superada. Si bien, reflejan bien lo que es el personaje, sus miedos, sus pasiones, sus ideas y sus contradicciones.

     En conclusión, una novela de interés, con sus virtudes y algunos defectos. Leí en su día "El viejo y el mar", me pareció una obra, quizá menos entretenida, pero más profunda. Aconsejaría la lectura de la epopeya del viejo marinero antes. Un saludo de El Criticón Lector.
    

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